martes, 31 de marzo de 2020

50m2 - Día 11

Menudo día gris. Pocas ganas de levantarse esta mañana con ese frío y esa lluvia. Que decían que iba a nevar en Madrid, y en la sierra sí (me han enviado documentación gráfica en directo de la nevada) pero en la gran urbe poca cosa, ¿o será que había que madrugar más para verlo? En cualquier caso, apetecía poco despegarse de las sábanas, pero claro, hay necesidades fisiológicas que después de más de 9 horas en la cama, hay que satisfacer. Así que tocaba levantarse, y ya puestos pues desayunas, que las tripas también van reclamando atención. Unas tostadas, un buen café etíope y lista para… otro ratito de cama, que total, hay tiempo para todo.

Y así hasta pasadas las 12 que decidí que era buena hora para activarse, y qué mejor forma de hacerlo que con mi clase de fitness diaria, aunque hoy no estaba yo para que nadie me gritara, ni siquiera para llamarme guapísima, así que ¿qué he hecho? He quitado el volumen dejando muda a mi profe y me he puesto musicote. Y ¿qué ha pasado? Pues que hoy le ha dado por ponerse a hacer ejercicios de ballet y yo aquí a ritmo de perreo. Un show. En pijama, haciendo plié y relevé con Daddy Yankee de fondo (sí, el de “Con calma”, no me digáis que no lo habéis escuchado… son daños colaterales de mis clases de zumba presenciales). Ya os dije que esta mujer no deja de sorprenderme.

Y en otro orden de cosas, quiero aprovechar la crónica diaria, no solo para informaros de mis aventuras y desventuras confitada en 50 m² (aprox), sino también para informar de lo que está pasando, que me consta que varios de mis lectores no disponen de televisor y me siento en la obligación de ponerles al día.
Pues para los que no lo sepáis, ayer dijo la ministra del ministerio que se adelanta la semana santa. Con esto quiero decir que ya podéis empezar a hacer las torrijas (sé de alguien que ya ha empezado), que ya sé que es un poco precipitado, pero es una medida excepcional dada la situación actual y hay que saber adaptarse. Así que, por favor, siguiendo las recomendaciones ministeriales, podéis poneros ya manos a la obra, que total la operación bikini ya está perdida, así que, ¿qué más da alguna caloría más?  

Y otra información que no quería dejar de compartir con vosotros y que me llegó por WhatsApp, ya sabéis esa fuente tan fiable como inagotable de información y tonterías a partes iguales, es que… ojo... que el Listerine previene el contagio. Y yo que paso de contrastar información y me fío plenamente de todo lo que me llega por tan loable medio, pues ¿qué es lo que hago? Llevar mi botella de Listerine siempre conmigo allá donde vaya (a la cocina, al salón, a comprar, a sacar la basura...) y tan pronto me enjuago la boca, como me desinfecto las manos, me baño en Listerine, lavo la ropa con ello, los platos... Vamos, que no sé si previene de algo más que del mal aliento, pero tengo la casa con un olor a menta que da gusto, y por ahora está funcionando.

Y con esta última información termino. También ha llegado por WhatsApp. Me dicen que tengamos mucho cuidado porque a partir de mañana vamos a estar todos “ciber-controlados”, es decir, nos van a espiar conversaciones telefónicas, redes sociales, mensajes… Jajajaja, ¡menuda novedad! Eso sí, a este ritmo de memes, van a estar bien entretenidos.
Quería daros esta información hoy mismo, porque mañana no sé si tendré que escribir en clave.

¡Hasta mañana a todos/as, incluidos agentes espías que estáis leyendo esto!

lunes, 30 de marzo de 2020

50m2 - Día 10

Enésimo día de cuaresma y seguimos todos confitados.
Pero ya es  lunes y … ¡queda un día menos! Un día menos para lo que sea, pero uno menos. Y además hoy he enchufado todo bien a la primera, y no hace sol para que nos joda menos no poder  salir a la calle, y el finde nos han quitado una hora… ¿Qué más se puede pedir?… (ejemmmm)

Sé que tengo pendiente el resumen del fin de semana, que ya varios lectores el sábado me demandabais la crónica diaria, pero... a ver... que estoy encerrada como vosotros, que lo más interesante que he hecho ha sido poner la lavadora y que aparezcan todos los calcetines, así que tampoco esperéis gran cosa.

Pero bueno, la verdad es que el finde ha sido tan ajetreado que no sé si me van a dar estas líneas para contaros todo, o sí: cama, sofá y más palo.
Y es que a mi entrenadora personal le dio por hacer otra clase con palo (el sábado, porque es como el señor y al séptimo día descansa), y ya total… no me quedaba nada por tirar, así que ¡a tope con el palo!
Y tengo que decir que esta mujer no deja de sorprenderme. Aún no la he visto repetir modelito en lo que llevamos de clases juntas, y yo aquí mientras con el mismo pijama todos los días...(lavadito, eso sí). Tengo que hacer algo al respecto. Además eso de hacer ejercicio en pijama tiene sus riesgos, y esto chicas seguro que lo estáis viviendo, y es que sujetador y pijama no son compatibles y, claro llevamos nosecuantos días muy libres (valga la paradoja) . Y para pasar de la cama al sofá y viceversa está muy bien, pero cuando te pones a hacer ejercicio y a tu personal trainer le da por ponerse a saltar y aquello bota desbocado (incluso con el volumen que me gasto), te das cuenta de que los tops del Decathlon no son solo para ir monas al gimnasio.

Pero lo mejor  de estos días es que he estado de cumpleaños, que estas canas no vienen solas (ni se van solas tampoco) y aquí la que suscribe ha cumplido años este finde. Ya os dije que había sido un fin de semana de mucho ajetreo. Os podéis imaginar. No quiero contar demasiado, pero… fiesta loca. El oso de peluche acabó con la corbata en la cabeza, doña rata y Garfield liados en un rincón, Snoopy borracho… Se nos fue de las manos, pero una fiesta es una fiesta y una nunca sabe cómo va a acabar. Lo peor es que ¿a quién le tocó recoger todo? Pues a mí, claro, que al día siguiente pides ayuda a los invitados y aquí no se mueve ni uno. Pero bueno, para resarcirme, esta mañana les he dado un concierto de ukelele, o lo que es lo mismo, de cómo suena un gato peleando (que debe de ser parecido) y aquí han aguantado estoicamente. ¡Qué bueno es tener público cautivo!

Y, ¿qué más os puedo contar? Ahhh sí, también he estado tomando el sol, que aunque mi casa sea interior, ya le llega un rayito de sol por las mañanas. Eso sí, tengo que ajustar la hora porque además con esto del cambio horario no le tengo muy pillado aún los tiempos y si llego un poco tarde me toca hacer contorsiones para lograr que me dé un poco de sol en la cara. Vamos que me ha faltado poco para acabar con el careto pegado al suelo por aprovechar esos rayos de sol, pero no me digáis que no se agradece un poco de solecito, ¿ehhh? Además que como sigamos confitados mucho tiempo, las que somos un poco pálidas vamos a pasar a ser transparentes...

Y por hoy, eso es todo. Voy a darles otro concierto de ukelele a mis colegas de la fiesta, que aún siguen por aquí.



viernes, 27 de marzo de 2020

50m2 - Día 9

¡Ayyy, qué susto! Enciendo el ordenador para escribir la crónica del día y en lugar de mi maravilloso fondo de pantalla con vistas al Machu Pichu, me empiezan a salir pantallas raras de esas de cuando algo no va bien. ¡Un virus! Noooo, estamos de broma ¿o qué? 

Claro, todo el día aquí sin mascarilla, y yo toqueteándole sin protección alguna… 

Bueno, que no cunda el pánico, todos sabemos lo que se hace en estos casos. Apaga, enciende, y todo resuelto. Vamos allá. ¡Noooooo! No funciona. Empiezo a entrar en crisis. Vale, calma, no puede haber petado así de un día para otro, sin despedirse y… con todos mis documentos en sus entrañas (nota mental, hacer copia de seguridad. YA). 

Escribo a un amigo, que no es que sea informático, pero seguro que me puede ayudar. “Apaga y enciende”. Gracias. Ciao. El caso es que ahí voy a repetir la operación siguiendo el sabio consejo del colega. Pero ahora le meto una variante. Voy a desenchufar teclado, ratón, desconecto la regleta, cruzo los dedos, y allá vamos. Voilà. Vuelvo a ver el Machu Pichu y respiro tranquila. No hay tecnología que se me resista… 

¿Qué habría pasado? Os cuento. En resumen: que estoy empanada. Un poco más desarrollado: que tengo el ordenador en un mueble y para guardarlo tengo que desenchufar teclado y ratón, hoy lo había enchufado al revés y el pobre PC se estaba volviendo loco. Y mira que cada cable / conexión es de un color, para que enchufes el verde con el verde y el morado con el morado, que esto es de primero de Barrio Sésamo… 

Lo dicho, que llevo unos días muy empanada, no sé dónde tengo la cabeza. Esta mañana al ir a sacar una cerilla para encender la cocina, he abierto la caja bocabajo. El resultado os lo podéis imaginar. ¡Fiesta de la cerilla! A ver si me centro un poquito. 

Y después de un día de entrenamiento invisible, tocaba volver al de verdad. ¡Vamos campeonaaa! Y ¿qué teníamos hoy? Brazos y abdomen fuertes y definidos. Entrenamiento con palo. Está bien, no es que tenga palos por ahí guardados en casa, pero al menos no me está pidiendo salir al jardín (cachitas, te la guardo). La escoba servirá. Y claro que me ha servido. Me ha servido para hacer una limpieza de todos los cacharros que tenía encima del mueble. No se ha salvado ni uno, al primer giro me ha quedado todo barridito. Y es que os podéis imaginar la que he liado cuando la profe se ha puesto el palo sobre los hombros y ha empezado a girar de un lado a otro. 

Creo que mejor utilizo la escoba para recoger este desaguisado y mañana seguimos con el entrenamiento. Eso sí, la lámpara se ha salvado, creo que solo por joder, por seguir esperando mi cabeza cada vez que me levanto de una sentadilla. 

Y en cuanto al ukelele... a ver ya en serio, ¿quién se cree que se puede aprender por internet? Vale que no soy la más hábil con las manos, salvo para mandar mensajes con el móvil, que estoy pillando un ritmo... pero es que esto de ir cambiando los deditos a esa velocidad… Vamos, que por ahora sigo igual. Pero me he picado. ¿Pues no va Celemín ahora y me dice que también va a aprender a tocarlo? Y en una mañana ya tenía los acordes del “Corazón espinado”, el listillo. Pues eso sí que no. Desde aquí me comprometo públicamente (para mis tres lectores) a tocar una canción cuando se pase la cuarentena. Aunque sea inventada. 

Y como estamos a viernes, me despido hasta el lunes. Le doy descanso a mi neurona y al ordenador para que no me vuelva a dar estos sustos. 

No desparraméis mucho, que según me cuentan, hay controles de alcoholemia en el pasillo. 

¡Feliz fin de semana! 

jueves, 26 de marzo de 2020

50m2 - Día 8

Crisis del papel higiénico resuelta.

Tocaba salir a comprar y la misión parecía sencilla… pero solo agentes entrenados en los terrenos más hostiles podían enfrentarse a tan delicada tarea. Señoras hechas a colarse en todo tipo de tiendas, puestos y supermercados con una bolsa en la cabeza. Ese era el perfil perfecto. Indestructibles.

Y ahí estaba yo, que no he lidiado en tan arduas batallas, sin saber si ponerme primero la mascarilla, los guantes en la cabeza o enfundarme en plástico de burbujas. Esto último era lo que más seguro me parecía, tanto para protegerme del virus como para cualquier otra eventualidad del tipo atropello por carrito o tropezón en la escalera, que tanto tiempo sin salir no sabía si iba a recordar cómo manejar correctamente los pies en tan complejo escenario (para esto me vino muy bien volver a leer las “Instrucciones para subir una escalera”, de Cortázar, muy recomendable, ahí lo dejo).

El caso es que me armé de valor y salí a la calle. Y, oye, que sales con miedo, como si una amenaza fantasma estuviese acechando ahí detrás de la esquina para atacar en cualquier estornudo. Que si alguien tose cerca podrías matarle con una sola mirada, vamos que como tengas la mala suerte de atragantarte y ponerte a toser, ya puedes salir corriendo.

Bueno, por fin llegas al supermercado después de cruzar la calle (sí, no puedo ni pasear, tengo el súper en frente), te rocías de alcohol, te pones los guantes y ya estás lista para la aventura. Tienes un objetivo claro: papel higiénico. No te despistes en la sección de galletas y chocolates, vamos a lo que vamos.

Cuando por fin lo tienes ahí delante de ti… ¡Sí! Ya es tuyo. Te apresuras y coges el paquete (de papel, no te confundas) cual Gollum, “mi tesoooorooo” como si fuera el último, hasta que te das cuenta de que hay tres palets más detrás de ti. Da igual, tú  ya tienes el tuyo y te has asegurado cagar tranquila durante las próximas semanas, meses… Y respiras aliviada.
Y ya una vez cumplido tu objetivo puedes entretenerte en otras menudencias como surtir la nevera de casa. Pero ojo, no podemos olvidar que hay que mantener la distancia de seguridad de un metro, y claro vas por los pasillos como comecocos cuando sale el fantasmita. Que te aparece alguien y cambias corriendo de pasillo, que no me pille, que no me pille.
Pero, mierda, quiero ese fuet, el señor gordo no se aparta y por ahí no cabemos los dos. Esta noche ceno tomate frito (¿qué?, era el único pasillo que estaba vacío).

Y cuando por fin consigues llenar la cesta de lo que sea, vuelves a casa orgullosa de haber superado con éxito la misión. Pero, cuidado, has estado ahí fuera, expuesta… Y ¿qué es lo primero que hay que hacer? Directa a lavarse las manos, 20 segundos, mínimo, te lavas la cara, por si acaso, te echas alcohol por encima, metes la ropa a la lavadora, o al horno, que el calor purifica y después… después una cervecita y a descansar en el sofá, que el alcohol limpia, y oye, nos la hemos ganado. Además hoy tocaba entrenamiento invisible, ¿no? Pues eso.

Mi tesoooooroooo



miércoles, 25 de marzo de 2020

50m2 - Día 7

Qué poco me ha durado El Cachopo, ni dos días. Hoy he vuelto con mi profesora. 

¡¿Pues no va el cachitas de los calcetines estirados y me dice que hoy vamos a hacer los ejercicios en el jardín, o si no tenemos jardín, en la terraza?! Cachopooooooooo, que vivo en un pisito en el centro!!! Y hasta aquí nuestra relación. Breve pero intensa; media hora de intensidad y unas agujetas soportables. Me quedo con mi personal trainer de siempre; y mira que hoy, mucho “guapísima, campeona y qué bien lo estás haciendo” (no sé cuándo había escuchado esto antes…) pero ha dicho que “el glúteo es grande”, y ya no sé qué pensar porque estoy segura de que me estaba mirando cuando lo decía. En fin, la verdad duele. 

Y buscando nuevas opciones de entrenamiento, me han mandado una revista con 109 ejercicios sin gimnasio. Eso, eso, con 109 ya tendré para toda la cuarentena...¿no?... 

Además me gusta porque propone ejercicios con elementos que todos tenemos en casa (aprende, Cachopo) como una silla, botellas de agua, una toalla, papel higiénico… Aunque esto último sería de antes de la crisis del papel, que estamos ahora como para derrochar. 

Eso sí, lo que más me ha gustado, y lo que voy a ir poniendo en práctica ha sido el capítulo de “entrenamiento invisible”. Que ayer me lo decía un amigo y me hizo gracia, pero parece que eso existe. Y ¿en qué consiste? Os lo resumo con los puntos clave: descanso, sueño, hidratación y nutrición. Vamos, que mañana toca comer, beber y dormir. ¡¿Cómo no había descubierto esto antes?! 

Y así vamos pasando la cuarentena, mientras la musa sigue desaparecida. No sé si debería preocuparme o salir a buscarla; ahh, no, no... eso no está contemplado en las excepciones para salir de casa. Seguiré esperando. 

El caso es que estos días pienso en qué buen momento puse la fibra en casa. Y es que no me puedo imaginar pasar todos estos días sin internet; y eso que sobrevivo sin Netfly, HVEO, Amazona, Moliestar ni ninguna de estas teles de pago, pero el YuTuf que no me lo quiten. ¿Con quién iba a entrenar yo? Además, no creo que haya tarifa de datos de móvil que soporte este trasiego de memes, que no me da la vida para verlos y reenviarlos todos. ¡Qué estrés! 

Y la verdad es que al principio me resistía a la fibra. Había visto una buena oferta de ADSL y dije, esta es la mía, pues no. Esa oferta de ADSL era para nuevos clientes; a los que ya teníamos línea nos iban a encasquetar fibra, sí o sí. 

Bueno, total es prácticamente el mismo precio, pues adelante con la fibra. En dos días tenía al técnico en casa para instalarla. 

- Buenas tardes ¿dónde puedo enchufar el taladro? 

- ¿Taladrar? No, no, tú a mí no me taladras (esto me suena también haberlo dicho antes). No hombre, no, si yo solo quería mi router ADSL, no que me dejaran la casa con un queso gruyere. 

Pues tres días, cuatro horas de instalación, dos routers y dos agujeros más tarde, tenía la fibra en casa. Al final no había sido para tanto. (versión reducida de la odisea de poner fibra en casa) 

En fin, con lo bien que estaría yo leyendo un libro mientras hago entrenamiento invisible… 



Mañana más, y !un día menos! 













¿Dónde estará mi musa?

martes, 24 de marzo de 2020

50m2 - Día 6

Ayer, dos de mis más fervientes seguidores me dijeron que pensaban que lo del ukelele era mentira, que si no llega a ser por la foto no se lo creen. Aaayyyyy. No os sorprende que vaya a sacar a Chispi de paseo y sin embargo no puedo aporrear un ukelele… 

Porque, que no os creáis que lo toco me parece normal, pero que os parezca mentira que puedo torturar al vecino a base de rasgueos… me parece muuy fuerte. Ya veis, soy capaz de eso y más. 

Y aquí estoy otro día más delante del ordenador esperando a que llegue la musa, aunque no confío mucho en que vaya a llegar. Con esto de los controles, igual le ha parado un policía y a ver cómo explica que viene a trabajar sin contrato. Porque sí, la tengo sin contrato y sin seguridad social ni días libres, ¿esto tampoco os lo creéis? Que estoy muuu loca. 

O a lo mejor llega con la compra hecha. Un amigo me acaba de decir que me la ha mandado y le ha dicho que vaya con cuidado al cruzar la calle, pero ¿cuidado de qué? Si hay menos coches en la calle que en la Castellana en pleno puente de agosto. Y esto lo digo… por lo que me cuentan, porque llevo sin ver la calle ya ni se sabe cuántos días; y diréis, pues oye, asómate por la ventana, pero, lo que os vais a reír… ¡¡¡mi casa es interior!!! Así que mis aplausos de cada día van a parar al patio, a todos esos geranios y demás plantas que se mantienen así de verdes y espléndidas incluso en estos tiempos. 

Pero bueno, vamos con el resumen del día. 

Hoy tengo que contaros que he probado el Cachopo. Y no, no es que me haya puesto hasta las patas con tan ligero manjar, no. El “Cachopo” es como ha bautizado Tamara (ya sabéis, mi amiga que quiere permanecer en el anonimato y que ya es colaboradora habitual) a nuestro nuevo entrenador personal. Ayer os dije que era guapete, pero una vez visto con más detenimiento, no es para tanto, y esos calcetines blancos estirados hasta la espinilla le otorgan el mismo sex appeal que tengo yo haciendo burpees en zapatillas de estar por casa, vamos, entre cero y nada (aunque para gustos, los colores). El caso es que hoy he entrenado con él, pero no he podido ser del todo infiel a mi guapísima profesora y me he puesto también uno de sus vídeos. ¿Y qué he conseguido? Pues para empezar, seguro que mañana unas agujetas cojonudas, dos cabezazos menos a la lámpara y una de vocabulario que estoy aprendiendo… Porque si ya no hacemos ejercicio, que ahora hacemos fitness, no os podéis imaginar la cantidad de cosas raras que he podido hacer hoy en media hora. Burpees, squats, crunchs, push-ups, stretching...Y todo eso en pijama, con un par, que al menos si lo haces en leggings, con tu top del Decathlon y tus zapatillas de marca, le da otro empaque, pero con mis pintas... ya es mucho si paso de hacer cuatro abdominales y unas flexiones de toda la vida. 

Y mientras estoy en pleno squat me imagino al pobre que tiene que transcribir todo esto para subtitular el vídeo, acordándose de la familia del Cachopo y sus clases de inglés por correspondencia. 

Ahhh, por cierto, esa es otra de mis tareas en estos días de encierro. Estoy siguiendo unas clases de inglés, pero si el ukelele lo tengo abandonado… 

Y por hoy me despido, y la musa sin llegar. Si alguien la ve que le diga que la espero para mañana, y que me suba papel higiénico. 

Mientras tanto voy a ver si aplaudo un rato a las plantas, que estoy viendo una hortensia que se está poniendo mustia.

lunes, 23 de marzo de 2020

50m2 - Día 5

Para las tres personas que habéis preguntado qué pasaba con la crónica del día, aquí estamos de vuelta con la crónica número 5 (Ángel, ahórrate la rima fácil, que nos conocemos).

Me he tomado el fin de semana libre porque el viernes, como ya os avisé, salí, y... bueno… se me fue de las manos. Una locura: del salón a la habitación, de ahí al baño, a la cocina, vuelta al salón, vuelta y vuelta en el sofá, a la cama... Un no parar. Sé que en estos momentos puede parecer un exceso, pero oye, hay que darse un homenaje de vez en cuando, y, para eso era fin de semana, ¿no? Pues eso.

Paso a hacer balance del fin de semana para no dejar ese vacío temporal en la crónica.

Bajas: una bolsa de patatas fritas al punto de sal, varias canas, alguna cerveza y medio rollo de papel higiénico (que parece que esto es lo más importante). Altas… altas no ha habido, pero cada día se va perfeccionando la forma de mi culo en el sofá, y eso requiere su esfuerzo.

Y después de tan merecido descanso, hoy he vuelto a mi sesión de fitness. Tres cabezazos con la lámpara para empezar. Que la profe dice que siguiendo sus clases nos vamos a poner duras, y otra cosa no sé, pero la cabeza a base de golpes, desde luego. Por otro lado, empiezo a sospechar que sus piropos no son solo para mí y eso me está empezando a desanimar. Creo que si cerrara la boca un rato, nos haría mucho mejor. Hoy ha dicho “qué buena música, dan ganas de callarse”, pues hazlooooooo!!!! pero creo que a ella le gusta escucharse… En fin, todo sea por mantenernos duras, aunque sea empezando por la cabeza. Eso sí, hoy me ha mandado una amiga (no diré el nombre, ¿vale, Tamara?) otro entrenador personal on-line, que aún no sé si da buenas clases, pero con lo guapete que es, como si me quiere poner a bailar La Macarena (uy, qué mal me está sentando este encierro). Ya os iré contando, ehhhhhhh Macarena, aaaaaaaa.


Y en cuanto al ukelele, confieso que lo tengo un poco abandonado. He estado viendo algunos tutoriales en internet: “ukelele fácil”, “ukelele para principiantes”... Y una mierda. Que si el dedo uno al traste dos, que si el dedo tres sobre la cuerda uno, que si pisamos la cuerda cuatro con el dedo tres… ¡¡A veeer!! Que son combinaciones de tres elementos tomados de tres en tres, y tengo muchos dedos, cuatro cuerdas y nosecuantos trastes y estás intentado que lo asimile a ritmo de “la cucaracha”. Vamos mejor “Despacito”. Así que por ahora sigo aporreándolo sin orden ni concierto, eso sí, su objetivo que era pasar el rato, lo está cumpliendo. Un amigo me ha dicho que si ya le he puesto nombre. Aún no, no llevamos tanto tiempo juntos, pero creo que se va a llamar “Ronco”, porque o está afónico o los de los tutoriales del YouTube suenan todos fatal.


Por cierto, y ya con esto termino. Entre las cosas que llegan por WhatsApp, he recibido un “manual” de lo que se puede hacer y lo que no. Si salís a la calle, no olvidéis llevar un metro. Al parecer no se puede ir a menos de un metro de distancia de la gente, así que mucho cuidado no os vayan a pillar a 90 cms de nadie. Que digo yo que ya podían dejar esta medida para transitar por la calle Preciados en navidades. No digo más.

Y esta ha sido la crónica del lunes. ¡Ánimo, que tenemos toda la semana por delante…! :-(

viernes, 20 de marzo de 2020

50m2 - Día 4

Hoy empiezo con un consejo, para que veáis que no solo escribo tonterías.

Si tu intención es leer, no te lleves el libro a la cama. No te engañes, vas a durar menos que un paquete de papel higiénico en el Mercadona. “Me voy a leer un rato a la cama...” y te despiertas una hora más tarde con el libro estampado en la cara y soñando que eres la protagonista de la novela. Que no es que me haya pasado, es lo que me cuentan por ahí. Como si yo me fuese quedando dormida hasta en la cola del pan...¡qué poco me conocéis! (bueno, igual esta mañana me pasó un poco, pero poco).

Y para los que me preguntáis por Chispi… No, lo de ayer era por darle un poco de gracia a la crónica, pero no llegué a salir a la calle... ejmmmmmmm, ¿o sí? Jajaja. Que nooooo, que el muy desgraciado se fue él solo. Aprovechó mientras me quitaba el pijama y me ponía las zapatillas para darme esquinazo. ¡Pues aquí que no vuelva!

Bueno y ahora vamos a hablar en serio. Me siento un poco mal porque hoy no he hecho fitness. Me imagino la cara de mi pobre profa ahí bailando sola delante del móvil... Ahhh, que es lo que hace siempre... Además ¿quién me va a llamar guapa hoy con estas pintas? Creo que voy a entrar en la página, aunque solo sea para eso. Uy, uy, uy, cierro, cierro, que hoy tocaba “cardio quemagrasa”.

Y es que todo esto del ejercicio en casa no es porque sea una culoinquieto, que también, sino porque lo dice mi horóscopo. Y yo soy muy bien mandá. Si el horóscopo recomienda a los aries montarse un gimnasio en casa, pues yo voy y me lo monto (bueno, que igual la cama y una alfombra no puede considerarse un gimnasio, pero a mí me vale). Y otra cosa que nos recomiendan los astros es mirarse al espejo. ¿Seguro que hoy es un buen día? Bueno, venga, ya que hoy no hago ejercicio pues voy a mirarme al espejo un rato. Tres canas han caído. Que dicen que por cada una que te arrancas, salen siete… Voy a acabar esta cuarentena calva. Mañana vuelvo al fitness.

Y ya sabéis, aries, ejercicio y espejo. ¡Estáis guapísimas!

Y en medio de esta cuarentena, ¿qué es lo peor que te puede pasar? (esto me lo ha contado una amiga, que mantendré en el anonimato, ¿vale Tamara?). Lo peor es que se te rompa la caldera y quedarte sin calefacción y agua caliente. Que ya le he dicho, no aproveches para ponerte a birras con el técnico, que nos conocemos... Claro que nunca sabes si te va a llegar el técnico buenorro y se va a convertir en el amor de tu vida. No hay que cerrarse a nada. Pero mi amiga me acaba de confirmar que no, que era un señor muy amable, pero el six pack lo lleva por dentro. Eso sí, caldera arreglada, que es lo más importante. Ya nos quedamos todos más tranquilos.

Y por hoy voy a ir despidiendo, que es viernes y habrá que salir a tomar algo. Me voy a la cocina.


jueves, 19 de marzo de 2020

50m2 - Día 3

Tercera crónica y ¿aún seguís leyendo? Cómo se nota que hay algo de aprecio de por medio. Aunque debo de tener menos lectores que las instrucciones de un juego de mesa, pero fieles, eso sí. 

Tengo que confesar que después de tanto fitness ayer, esta mañana me he levantado agotada. Pero a las 8:30 he dicho, venga, ¿no querías ponerte fuerte como el vinagre? ¡Pues arriba! 

Y con toda mi fuerza de voluntad (y con toda la fuerza mayor de tener que ir a miccionar) me he levantado, he desayunado y… me he vuelto a la cama. Pues sí, sí...me he vuelto a la cama. He pensado que lo del vinagre puede esperar, que total “mi” profesora va a estar ahí al otro lado de la pantalla del móvil para cuando yo quiera. Es lo bueno de estas clases virtuales, que son 24/7, y oye, si te da por levantarte a las 3 de la mañana para hacer ejercicio, ella va a estar ahí con sus piropos para ti. Que no es mi caso, para los que me conocéis un poco, sabéis que a las 3 de la mañana no me saca de la cama ni un cubo de agua hirviendo, que tampoco hay que forzar. 

La cuestión es que me he quedado un ratito más en la cama; un ratito, unas horas, qué mas da… A las 12:30 he estimado que era buena hora para levantarse y he abierto la página de mi “total trainer”, a ver qué tocaba hoy. Abdominales… ¡¡nooo!!, mi rabadilla no está preparada aún para tamaño sufrimiento, pero oye, si es por marcar tableta de chocolate, se hacen las abdominales y punto. Y dónde mejor para hacerlas que... en la cama, así que vuelta a la cama, eso sí, marcándome series de 20 segundos de abdominales superiores, inferiores, oblicuos y alguno más que ni siquiera sé si tengo. Podéis imaginar la escena. Por suerte solo han sido 20 minutos, luego tocaban otros 20 de cardio, ¡vamos, en pie! Aunque no sé qué era mejor, si el ridículo de hacer abdominales en la cama o intentar hacer cardio en la habitación con las zapatillas de estar por casa. Que a la tercera patada, una ha salido volando y casi me cargo la lámpara. Y es que mi habitación no está hecha para montarte un gimnasio de campaña. Que ya le he pegado manotazos y patadas a todos los muebles, por no hablar de los cabezazos contra la lámpara al levantarme con todo mi entusiasmo de una sentadilla. Es lo que tienen las buhardillas, que son muy “cuquis”, pero recogiditas. 

Y a pesar de todo, he cumplido con mi dosis de ejercicio diario. Estoy guapísima y soy una campeona, que me lo ha dicho la profe. 

Pero, os preguntaréis ¿qué ha pasado con el ukelele? Ayer lo aporreé un poco y hasta busqué algún tutorial en YouTube que me enseñó que ni se sopla como una flauta ni es un instrumento de percusión. Una vez aprendidos estos conceptos básicos me puse a rascar las cuerdas motivadísima cual guitarrista de un grupo heavy (más o menos con el mismo resultado, con todos mis respetos al heavy), agitando mi larga y poblada melena al compás...encima de la cama. Creo que a pesar de lo que me gusta dormir, no había estado tanto tiempo en la cama en mi vida. 

El caso es que hoy (aún) no me he puesto con el ukelele. En un rato amenazo con desenfundarlo de nuevo, pero lo haré tímidamente, no quiero importunar a mi vecino tan pronto, que me encuentro en plena crisis de papel higiénico y puede que necesite su ayuda en breve, así que mejor llevarse bien. 

Y con esto despido la crónica del día. Anteayer os dije que en breve o bien secuestraba a uno de los perros de mi vecino de abajo, o le ponía una cuerda al peluche… 

Me voy a dar un paseo. 









Vamos, Chispi


miércoles, 18 de marzo de 2020

50m2 - Día 2


Día 2 de crónica, 4 de confinamiento, 6 de mi encierro particular, 78 del año, 53 del año chino, año 5780 según calendario hebreo… Vamos, que es miércoles...

Sí, sí, confirmado, es miércoles. Acabo de ver las noticias y ya me han informado, que para eso están los telediarios, ¿verdad?

Y una vez resuelta la duda de en qué día vivimos, vamos a lo que vamos, ni pu... idea de qué es a lo que vamos, pero algo irá saliendo.

Tengo que decir que, superados los primeros días de agotadores recorridos entre la cama y el sofá (ida y vuelta), ahora estoy mucho más activa. Hago lo mismo, pero intercalando una silla de escritorio para escribir estas tontunas y hasta me pongo a hacer ejercicio, fitness, que es como se dice ahora (uyy, esto ha sonado a comentario de abuela, y yo, ya lo dije ayer, soy una jovenzuela).

Pues sí, ahora me marco una clase de fitness al día. ¿Y eso en qué se traduce? No, no penséis que me pongo las mallas, los calentadores y la cinta del pelo, no, es más patético, si cabe. Me planto en pijama delante del móvil intentando seguir a una tipa en su clase de kick boxing (esto también suena súper moderno) que me llama guapísima mientras pega patadas y puñetazos a la nada, eso sí, con unas mancuernas de medio kilito, que como yo no tengo a mano pues me toca pegar los puñetazos así a lo mecagüen.

Pero lo de que te llamen guapísima, y más de esta guisa, siempre anima, luego te das cuenta de que no te está viendo, que si no…


Y no solo tengo que agradecer a mi entrenadora “personal” sus piropos infundados, sino haberme tenido casi una hora manoteando y pataleando al aire (con todo mi respeto a las técnicas del kick boxing), porque si no, yo sola no (me) aguanto ni diez minutos. Digamos que constancia no es mi segundo nombre. He intentado ponerme las canciones de zumba y a la mitad del primer “perreo” ya estoy aburrida. Pues me pongo a hacer abdominales, claro que sí… sobre la alfombra de la habitación (que se me pasó traerme la esterilla), así que a la segunda serie tengo la rabadilla al rojo y decido que no merece tanto la pena. Pero hay que hacer algo…


Ya se sabe “mens sana in corpore sano” y, parafraseando a Celemín, he decidido que “me voy a poner más fuerte que el vinagre”. Ahí lo dejo.

Y es que si no fuera por el Youtube y sus clases, sus tutoriales y sus vídeos de gatetes y perretes haciendo tontunas… ¿Qué sería de nosotros en esta cuarentena?

Pero claro, con todo esto al final me estoy agobiando porque no me dan las horas del día para tanto quehacer.

Por la mañana hay que revisar el móvil para ver los memes del día, y claro, como son tan graciosos, toca reenviarlos (hay que compartir la cultura), y esperar a que te respondan con un “jejje” o en su defecto el emoticono de la carita llorando de la risa. Después de esto, y una vez roto el hielo del WhatsApp, pasas a la ronda de evaluación de la salud de amigos y familiares, “¿Qué tal? ¿cómo te encuentras?” (esto se recomienda hacerlo dos veces al día, para llevar un adecuado seguimiento). Después hay que hacer ejercicio, leer, abrir el correo, volver a revisar el WhatsApp, comer, un ratito de siesta intentando que no se te vaya de las manos y se te junte con la noche, ver las noticias para saber en qué día vives, aplaudir, cantar, pegarle a una cazuela en la ventana…Y todo esto lavándote las manos entre cada uno de los ejercicios antes detallados.

Vamos, que como esto no pase pronto voy a necesitar unas vacaciones para recuperar de tanto trajín.

Y por si fuera poco, tengo un nuevo reto. Temblad vecinos… Voy a aprender a tocar el ukelele.

Seguiremos informando. Voy a descansar, que estoy agotada.



¡Ya queda un día menos!


Fdo. Curruquilla

martes, 17 de marzo de 2020

50m2 - Día 1

50 m2. .Es la superficie en la que me toca pasar esta cuarentena, ¿suficiente? Tendrá que serlo; por ahora es lo que hay. Bueno, tampoco sé exactamente si son 50, 55..., aún no me ha dado por sacar el metro e ir midiendo, pero aún quedan días, ¡todo llega!

Pero antes de continuar, pongamos esto en antecedentes, ¿cuarentena, qué cuarentena? Ja, como si hubiera que explicarlo, como si no tuviéramos noticias a cada instante informando del minuto y resultado de la expansión de este bicho que ha puesto el mundo patas arriba. ¿Quién nos iba a decir que algo tan pequeño podría poner en jaque a todo el planeta? Seguramente algún visionario cineasta, que, en su momento, le pareció una brillante idea como guión de una película de ciencia ficción. Hoy esa ciencia ficción se ve en las calles. Es real.

Y, hablando de algo tan pequeño, ¿alguien sabe cuánto mide el puto bicho? Información absolutamente irrelevante, pero oye, el aburrimiento... que da por pensar de todo.

Pues sí, cuarentena. Por si alguien aún no estaba al tanto, llevamos desde el domingo día 15 en un estado en el que solo podemos salir a la calle a hacer compra, sacar a la mascota e ir a trabajar. No puedo ir a trabajar porque los coles están cerrados. Estoy a punto de secuestrar a uno de los perros de mi vecino de abajo o poner una cuerda al oso de peluche. En breve pondré a prueba una de las dos.

He dicho desde el domingo 15 sin informar de en qué día del apocalipsis nos encontramos. Pues bien, estamos a día 17 o día 3 de encierro (y no, no estamos en San Fermín, perdón por el chiste fácil). En mi caso, día 5, porque me metí el jueves pasado en casa con algo de fiebre (poca cosa) y aquí sigo sin salir, como buena ciudadana para no expandir mis posibles virus por doquier.

Y ¿por qué me pongo a escribir el día 5 y no desde el día 1? Todo tiene su explicación, y lo voy a resumir en una sola palabra “procrastinación”. O con algunas palabras más, “porque no me dio la gana”. Tengo que decir (en mi defensa) que también estos días he estado un poco floja, me encontraba con dolores de casi todo, ¿a causa del bicho? Pues no sé. A causa del bicho o a consecuencia de pasarme unas 100 horas deambulando en 50 m² (ya dijimos que aproximados) pasando de la cama al sofá y viceversa. Todo puede ser, pero por ahora no lo sabremos. Porque si eres una persona joven (sí, sí, a mis 37 sigo siendo una jovenzuela) y sin otras complicaciones de salud, no te hacen la prueba del bicho; normal, porque si no, habría hordas de gente (más) para saber si les ha tocado el premio o no. Eso sí, las pruebas no te las hacen, pero on line puedes hacer unos test maravillosos, 100% fiables, que en dos minutos te dicen si estás infectado o no, vamos que ríete tú de los test de la “Súper pop” esos que te decían si eras compatible con el malote buenorro de tu clase. No os pongo ningún enlace a estos test por no haceros perder tiempo, pero os hago el test yo misma y con eso despido la crónica del día.

¿Habrá más? Pues, vaya usted a saber. Esa es la intención, pero dada mi afición a la procrastinación (sí, me gusta esa palabra), no prometo nada.

Y a lo mejor has llegado leyendo hasta aquí por obligación y no tienes ni puta gana de leer más. En ese caso tienes varias opciones:

a) Pedirme que no te mande más, aún a riesgo de que te borre de facebook.

b) Aguantar por quedar bien y mandarlo directamente a la papelera.

Ambas opciones me parecen igual de correctas porque ¿calidad literaria? Ninguna, pero al menos me ha servido para echar un rato, y a ti, espero que también.



TEST del PUTOBICHO


1- ¿Has estado en zona de riesgo? (vamos, que si has salido de casa en los últimos dos meses)
  • SI ….. (5 puntos) 
  • NO….. (0 puntos)
2- ¿Tienes alguno de estos síntomas?
  • Fiebre (5 puntos)
  • Tos (5 puntos)
  • Llevas en pijama más de 3 días (10 puntos) (y, por favor dúchate ya y quítate el pijama)
3- ¿Tu vecino/a, pareja o compañero/a de piso tiene bicho? (como esto no lo sabes, pues asume que sí y punto) (15 puntos)

4- ¿Te has pasado ya todos los niveles del último videojuego? (5 puntos).


Solución:
  • Si tienes más de 40 puntos, ¡enhorabuena! Tienes bicho. No salgas de casa (ahhhh, que eso ya lo hacemos igual)
  • Si tienes entre 25 y 40 puntos, no estoy segura, así que tampoco salgas de casa por si acaso, y tose en el codo (salvo que seas un click de Playmobil)
  • Si tienes menos de 25 puntos, nunca es tarde, aún estás a tiempo de conseguirlo. Ve al supermercado en metro, chupa todas las superficies que puedas y tócate la cara siempre que no sea necesario. ¡No te quedes el último! 

Fdo. Curruquilla


P.D. Este test tiene la misma validez que un billete del Monopoly en el Carrefour.



¡Feliz cuarentena! 


Y perdón por mis tontunas.





sábado, 7 de marzo de 2020

Punto de partida. Etiopía 2020.

Ya en Astorga, me dispongo a escribir un resumen de lo acontecido durante estos diez días en Etiopía. Aún resuenan ecos de lo vivido, confidencias que seguimos compartiendo entre nosotros y que nos ayudan a aterrizar suavemente de nuevo en nuestras rutinas.



Los preliminares y el encuentro

Esta era mi quinta misión en terreno con Payasos Sin Fronteras, y sin duda la más numerosa en cuanto a lo que participantes se refiere y también la más corta, del 19 al 29 de febrero. Y es que ésta no era una expedición al uso, al objetivo habitual de llevar la risa a niños y niñas refugiados, se sumaba el de debatir sobre la situación actual y futura de la organización.

(c) UNHCR / Reath

Personalmente tenía muchas ganas de embarcarme en este proyecto. A algunos ya los conocía de otras expediciones, con Nacho y Pau había coincidido en Bosnia y con Bea en Colombia, pero del resto no tenía más referencia que lo oído o leído. Por lo que la convivencia me imponía cierto respeto, al ser gente de mucha experiencia, muy activa y con cierto peso dentro de la organización. Hasta tal punto, que entre ellos se encontraba el propio fundador, Tortell Poltrona, que, dicho sea de paso, se llama Jaume.

(c) UNHCR / Reath

Sin embargo, todo resultó sencillo desde el principio. El encuentro gradual con cada uno de ellos convirtió mi incertidumbre en la vivencia de la experiencia que ahora os voy a contar.

(c) UNHCR / Reath

La toma de contacto

El primer día en la capital de Etiopía, Adís Abeba, nos sirvió para conocernos un poco, comprar algún cable, experimentar las costumbres de los cacos autóctonos y componer un espectáculo que puliríamos una y otra vez a o largo de la expedición.


Tras esta toma de contacto, tocaba entrar en harina, reunirnos con Adelina, que era nuestro punto de contacto de ACNUR en la capital. Ella era quien nos acompañaría en nuestra primera actuación.

(c) UNHCR / Adelina Gómez

En Adís Abeba viven actualmente cerca de 24.000 refugiados, normalmente desplazados desde los campos por motivos sanitarios. Para ellos se han construido algunos centros que se encargan entre otras cosas de la educación de los más pequeños. Este era el caso del centro en el que hicimos nuestra primera actuación, gestionado por el JRS (Jesuit Refugee Service).



La asamblea popular y su plan estratégico

Hecha la actuación, tocaba abordar el asunto que nos había llevado a juntarnos en aquella expedición, debatir sobre el presente y futuro de la organización. Sin conocernos, rápidamente descubrimos que conectábamos. Un grupo de soñadores en un mundo de locos que en sus delirios febriles se creen cuerdos.


La idea de haber lanzado aquella Asamblea Popular, nombre propuesto por Jaume y Neus, parecía todo un acierto. No había prisa por dejar de debatir, nos sentíamos cómodos aprovechando la oportunidad de contraponer ideas y puntos de vista sobre algo que nos unía a todos, Payasos Sin Fronteras.

(c) UNHCR / Adelina Gómez

Pero tras el debate, llegó la hora de la segunda verdad, la de hacer el petate y coger el vuelo que nos llevaría rumbo a los campos de refugiados de Gambela. Todos albergábamos la incertidumbre sobre lo que nos encontraríamos allí, pero ni las altas temperaturas que nos esperaban, ni los posibles riesgos, fueron capaces de quitarnos la ilusión.


Un poco de contexto sobre Gambela

La región está localizada al suroeste de Etiopía, en la frontera con la vecina Sudán del Sur. Aquí se concentra la mayor densidad de población refugiada dentro del país, más de 330.000 personas que huyen del conflicto que sufre su país de origen, el 80% menores de edad.


Estos refugiados acceden a Etiopía principalmente a través de cinco puntos de la frontera, desde donde son distribuidos a alguno de los siete campos de refugiados habilitados en el área de Gambela.


A la población refugiada hay que sumar la local, otras 410.000 personas. Lo cual significa que en la región viven unas 740.00 personas, de las cuales un 80% son cristianas y el resto musulmanas.


Dentro de este mosaico cultural, conviven cinco grupos étnicos diferentes, los Nuer, Anuak, Menjenger, Opo y Komo, a los que hay que añadir otros grupos étnicos provenientes de las tierras altas de Etiopía.


Sin embargo, la coexistencia entre todos ellos no siempre es pacífica, habiendo constantes incidentes y deterioro de la seguridad. En concreto, estas son las principales amenazas existentes en la región:
  • Conflictos armados, con enfrentamientos entre etnias, sobre todo entre los Nuer y Anuak, así como algunos ataques desde el otro lado de la frontera.
  • Terrorismo, con algunos sucesos ocurridos principalmente en lugares con aglomeración de personas como es el caso de iglesias o transportes públicos.
  • Índice de criminalidad muy alto, con bandidaje, emboscadas en carreteras, hurtos en las calles, asaltos a viviendas, así como el robo de ganado y secuestro de niños perpetrado principalmente por algunas tribus desde el otro lado de la frontera.
  • Agitación civil, con frecuentes manifestaciones y alborotos en los campos de refugiados.
  • A todo lo anterior, se suman las inundaciones en época de lluvias, entre junio y septiembre, el elevado riesgo de incendios en un clima seco con temperaturas que alcanzan los 45 grados, la presencia de algunos animales salvajes como serpientes o escorpiones o el riesgo de contraer malaria.


Unido a todo lo anterior, hay que añadir la depresión económica del lugar. Próximos a un parque natural, hace tiempo que los turistas han dejado de llegar a la zona, ya que su integridad no puede garantizarse debido tanto a las condiciones de seguridad del parque frente a los ataques de animales salvajes, como a los enfrentamientos armados entre etnias.



Nuestra llegada

En este entorno es donde aterrizó una troupe de nueve payasos rebosantes de alegría, que con sus maletas y elementos extraños atraían las miradas curiosas de otros cooperantes que como ellos, esperaban los vehículos de Naciones Unidas para llegar a la ciudad de Gambela.


Allí nos esperaba el responsable de ARRA en la región. ARRA es la organización estatal etíope de ayuda al refugiado, responsable de asegurar unas condiciones mínimas de seguridad, educación, salubridad y sanidad, coordinando para ello el trabajo de las diferentes ONGs desplegadas en cada zona. Aunque nos confesaba que necesitaban más apoyos, ya que no eran capaces de garantizar algunos servicios básicos, como es el caso del agua potable. Una realidad con la que nos encontraríamos de bruces cuando llegáramos a los campos.


Nosotros solo les traíamos ilusión y alegría, pero por lo visto hacía bastante tiempo que no llegaban cargamentos de este tipo a la zona. Tenían el almacén vacío y realmente los necesitaban.


Pero al equipo de nueve payasos que íbamos a movernos durante estos días por los campos de refugiados sur sudaneses, había que añadir a las tres personas de ACNUR que se iban a encargar de toda la logística: nuestro chófer Jacob, nuestro fotógrafo e intermediador Reath y María, responsable de la acción sobre el terreno.


Tras hacer el  briefing de seguridad habitual en las instalaciones de ACNUR, y de dejar nuestras pertenencias en el hotel de turno, nos dirigimos al campo de Jewi, donde residen más de 56.000 refugiados. Aquí nos dimos cuenta de la dureza que iba a presentar aquel terreno, con temperaturas por encima de los 40 grados y sin un techo que nos resguardara del sol durante el espectáculo. Entre polvo y calor hicimos nuestra primera actuación en la zona.

(c) UNHCR / Reath

Al terminar estábamos molidos, queríamos llegar al hotel para relajarnos un poco, pero sucedió algo sobrecogedor que nos cargó las pilas instantáneamente. Miles de niños se agolparon delante de nosotros. Primero les habíamos hecho nosotros reír, y ahora ellos nos querían regalar algo. Empezó a sonar una música y ellos, como si fueran un mismo ser, comenzaron a botar al unísono. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al verlo. Aún resuenan en mi cabeza las palabras de Jordi: “Qué cerca están estos niños de la madre tierra”.

(c) UNHCR / Reath

Al día siguiente, después de una noche bastante calurosa, de pegarnos con las mosquiteras y de lidiar con las máquinas de aire acondicionado, que en lugar de enfriar, calentaban el aire, nos dirigimos a Nguenyyiel, el campo con más refugiados de toda Etiopía, con más de 82.000 personas. Aquí íbamos a hacer dos actuaciones. La primera de ellas, en una escuela, tuvimos que terminarla antes de tiempo porque la gran masificación de niños y la disposición que se había hecho del espacio, hacía que se fuese descontrolando la situación hasta el punto en el que no resultaba prudente llegar hasta el final.


Después tocaba un descanso en las instalaciones de ACNUR, aunque en realidad, en lugar de descansar nos dedicamos a entretener con magia, malabares y música a todos los que andaban por allí.


La segunda actuación fue menos accidentada. Esta vez, se delimitó el espacio escénico con pupitres, lo cual garantizó que los más de 2.000 niños que asistían, pudiesen reír con nuestras tonterías sin miedo a ser arrollados. Un coro precioso de sonrisas blancas que contrastaba con la oscuridad de su piel. Bonito reflejo del humor blanco del payaso.


No había tiempo que perder. El tercer día nos dirigimos al campo de Kule, donde viven más de 44.000 refugiados. Aquí como no había pupitres para delimitar el espacio escénico, lo marcamos con yeso, dibujando un círculo de unos 15 metros de diámetro, de forma que el gran perímetro resultante permitiera que los miles de niños pudiesen vernos sin problemas. Antes, habíamos sido recibidos por una comitiva de niños y niñas que portando una pancarta cantaban dándonos la bienvenida.


Por la tarde repetimos la misma operación en el campo de Tierkidi, donde viven más de 63.000 personas. Aquí sería necesaria una alta dosis de fe para ver un círculo en la preciosa forma geométrica que resultó del imaginativo uso que hicimos Bea y yo de la cuerda/radio.


El cuarto día ya solo nos quedaba una actuación antes de subirnos al avión y empezar el largo camino de vuelta. Esta vez, no iba dirigida a refugiados, sino a población local, en la escuela preparatoria y de secundaria de Gambela. Por primera vez en toda la expedición, la audiencia no eran niños, sino alumnos de instituto, ya que las clases de los peques habían parado aquellos días. Una bonita despedida, que terminó en una multitud de selfies con adolescentes.



La despedida

No es casualidad que haya escrito prácticamente toda la crónica de la expedición utilizando la primera persona del plural. Tal fue como lo sentí, uno más dentro de un equipo compacto que respiraba síncronamente. Así es como llegamos al final, tristes por acabar aquellos diez días de convivencia, de canciones y juegos constantes en terreno, pero eufóricos por saber que el experimento había sido todo un éxito.

(c) UNHCR / Reath

A nuestras espaldas dejábamos más de 12.000 sonrisas dibujadas en tan solo 7 representaciones, y el nacimiento de una asamblea popular en Payasos Sin Fronteras que como las gaviotas de Duncan Dhu, quién sabe dónde irá.


Con el recuerdo de lo vivido, la fuerza incansable de Jaume Mateu (Tortell Poltrona), las canciones de Pau Segalés, la vitalidad de Luara Mateu (Petita Lu), los silencios de Nacho Camarero, la alegría de Anna Montserrat, los chistes de Jordi Sabán (Sabanni), el perreo de Bea Garrido (Lolamento), el flow de Neus Balbé, y la satisfacción de haber contribuido a repartir un poco de alegría, hice la maleta y me fui a casa a celebrar el cumpleaños de mi madre.


P.D: Recomendación al viajero. El síndrome de la clase turista no es una leyenda urbana. Cuando cojas un vuelo largo, muévete de vez en cuando y así evitarás tener que informarte más en detalle sobre las consecuencias de tener un grumito inquieto por conocer tu cuerpo.