Dicen que un día sin reír es un día perdido. Hay quien incluso se atreve a prescribir cuántas veces hay que hacerlo, quizás impulsados por una visión materialista de la felicidad. En cualquier caso, es un fenómeno que disfrutamos cuando sucede y que añoramos cuando nos falta. Nos iguala, nos acerca a nuestra condición humana, y nos da esperanza.
Uno se da cuenta de ello cuando visita lugares golpeados por la sinrazón de la guerra, y observa la necesidad que hay de dar rienda suelta a una buena carcajada.
Ésta es la fuente de energía que nos ha movido a vivir la experiencia que queremos compartir. Viajar con el único fin de generar y expandir este elemento inmaterial, a veces tan difícil de valorar en una lógica mercantil, como es la risa.
Ésta es la fuente de energía que nos ha movido a vivir la experiencia que queremos compartir. Viajar con el único fin de generar y expandir este elemento inmaterial, a veces tan difícil de valorar en una lógica mercantil, como es la risa.
Vamos a contaros una de tantas expediciones que Payasos Sin Fronteras realiza cada año. Con una particularidad, la de haberla vivido en primera persona. Os contaremos la historia de la familia Frijol, con la magia imposible de Lola Mento y las payasadas de Pepo y el Anticiclón. Vamos a hablar de Colombia.
La diversidad de climas y paisajes, así como su mezcla de razas y estratos sociales, hacen de Colombia un país lleno de contrastes. Actualmente imbuida en un prometedor proceso de paz, observa con optimismo el posible final de un devastador conflicto interno que ha mantenido enfrentados a las FARC con el gobierno durante más de 50 años .
Sin embargo, los intereses económicos unidos a las luchas por el control del territorio, siguen implicando la presencia de múltiples factores armados, que sitúan a la población unas veces como espectadora y otras como objetivo. Su elevada riqueza en recursos naturales, estratégica situación geográfica, y corrupción en algunos de sus mecanismos estatales, sigue convirtiéndola en caldo de cultivo para la proliferación, entre otras, de plantaciones ilícitas, minas ilegales o narcotráfico.
Según ACNUR, Colombia encabezaba en 2016 la lista de desplazados internos con 6.9 millones de personas, seguida de Siria con 6.6 millones e Irak 4.4 millones. Mucha de esta población se ve forzada a moverse de zonas rurales a barrios de los estratos más bajos en las grandes ciudades.
BUENAVENTURA Y BAJO CALIMA
Nuestro primer destino fue la ciudad de Buenaventura. Situada en la costa del Pacífico y rodeada de una inmensa cantidad de ríos, con una población de medio millón de habitantes según el censo de 2005, y un 88.5% de raza negra. Posee el mayor puerto comercial del Pacífico colombiano, que contrasta con un entorno de miseria, violencia, extorsión y drogas.
Este puerto, lejos de traer el progreso a las gentes de la ciudad, crece de espaldas a la comunidad, forzándola a moverse a nuevos barrios que no estorben a los planes de expansión y desarrollo comercial.
El barrio de San Francisco es un buen ejemplo de ello. De reciente construcción, en él se encuentran confinadas miles de personas alejadas y aisladas de la ciudad, sin servicios básicos, ni escuelas, ni acueductos, ni asfaltado. Para llegar a él es preciso salir de la ciudad y recorrer un buen tramo en todoterreno.
Otro aspecto que resulta chocante en un entorno como el de Buenaventura, con un clima tropical y precipitaciones significativas hasta en los periodos más secos, es la escasez de agua potable en los barrios. La población acusa a los grandes barcos trasatlánticos de llevarsela de la ciudad, obligándoles a depender del agua de lluvia que puedan recoger en sus casas.
En esta ciudad al terminar cada actuación, los niños jugaban con nosotros y nos pedían agua.
Pero no terminan ahí los problemas para sus ciudadanos. En los barrios existe una ley de sometimiento impuesta por grupos armados que controlan la economía local, cobrando la “vacuna” a los comerciantes que tengan actividad dentro de su territorio. Bandas que emplean la droga como una medida de control y que extorsionan sembrando el miedo entre la gente con castigos ejemplares, como es el caso de las casas de pique.
Sin embargo, al lado de los grandes problemas, también nos encontramos con grandes soluciones. Comunidades organizadas y dispuestas a resistir pacíficamente ante esta situación, sin olvidar la memoria de quienes ya no están entre ellos. Personas apostando por la educación, el arte y la cultura, frente a la dictadura de las armas. Vecinos que con el apoyo de organizaciones internacionales y la fuerza de su unión, ya han conseguido expulsar a actores armados ilegales para crear espacios humanitarios, como es el caso del Barrio Puente Nayero.
En el entorno rural del Buenaventura, la situación de inestabilidad se debe a la presencia de nuevos factores armados que vienen a ocupar los territorios anteriormente controlados por las FARC. Una parte de la expedición la íbamos a realizar por el río San Juan, para llegar a las comunidades indígenas localizadas en la zona. Sin embargo, ésta fue suspendida por motivos de seguridad. Nuestra primera actuación en Buenaventura fue precisamente para indígenas del río San Juan, que se acababan de desplazar a refugiarse en la ciudad.
El área rural que sí visitamos, fue la del bajo Calima. Próxima a la ciudad de Buenaventura, alberga una población mayoritariamente afrocolombiana. En esta zona se vive una tensa calma, bajo la amenaza de actores armados ilegales que merodean por las inmediaciones, obligando a la población a convivir con una alta presencia de efectivos del ejército colombiano.
Nos llevamos en la memoria las palabras del maestro que nos recibió y acompañó en la comunidad La Colonia: “Estamos muy agradecidos de que hagáis a nuestros niños reír y olvidarse por un rato de la realidad tan dura que viven. Más que nos traigan cosas”.
El reclutamiento que llevan a cabo los grupos armados coloca en el centro de mira a la población infantil. Aunque el modus operandi puede ser diferente según se trate de un entorno urbano o rural.
En el primero, normalmente son seducidos mediante el ofrecimiento de cosas que ellos no pueden tener, empoderamiento, armas, amistad, reconocimiento. Empiezan trabajando como “campaneros” informando de los movimientos que se dan en el área controlada, y poco a poco van introduciéndose en la banda.
En las zonas rurales también se recurre a este tipo de mecanismos para reclutar, aunque en muchos casos, los niños son secuestrados directamente, desaparecen.
Nos fuimos del área de Buenaventura después de 7 intensos días en los que aparte de las 11 actuaciones, compartimos algo de nuestro conocimiento sobre el teatro y el circo con personas que junto con ACNUR, trabajan por cambiar su realidad sembrando la semilla de la educación.
A nuestras espaldas quedaron más de 1700 niños que rieron, jugaron y se ilusionaron con aquella familia extravagante.
SOACHA
Soacha es una ciudad de unos 500.000 habitantes según el censo de 2005, próxima a Bogotá. Tan próxima, que no existe una división física entre ellas. Aquí acaba recalando una gran parte de la población que se desplaza desde el entorno rural a Bogotá, debido al alto coste de la vivienda en la capital.
Fue aquí, en Soacha, donde mayor incidencia hubo durante el gobierno de Álvaro Uribe de “Falsos positivos”. El gobierno ofreció una recompensa por guerrillero muerto, lo cual indujo a unidades del ejército colombiano a entrar en barrios humildes y llevarse a jóvenes con la promesa de darles un buen trabajo. Se los llevaban a la zona de Ocaña con una alta conflictividad, al norte de Santander, con el objetivo real de matarlos y fotografiarlos con el uniforme de las FARC.
Las comunas más pobres y conflictivas de Soacha son la comuna 4 y la 6. Construidas de forma ilegal sobre unas lomas, presentan un elevado índice de violencia y tráfico de droga. Son controladas por bandas armadas ilegales. Una calle puede ser la frontera de este territorio, y un vecino puede ser asesinado simplemente por atravesar una de estas “fronteras invisibles” entre zonas controladas por bandas diferentes.
El colegio donde actuamos se encontraba localizado en Los Altos de la Florida, dentro de la comuna 6. Construido por ACNUR, alberga a unos 200 niños. Actualmente ya está en manos del municipio. Sus paredes de ladrillo con una alambrada en la parte superior, y una puerta sin orificios, genera un pequeño oasis artificial donde los niños pueden jugar y ser educados. Aunque, como nos decía uno de los educadores, sin olvidarse que su realidad está fuera.
En este colegio la actuación la hicimos a unos 3000 metros de altitud. Quizás faltase un poco de oxígeno, pero eso fue lo de menos.
DEPARTAMENTO DEL META
La tercera y última parte de la expedición, iba a tener lugar en el departamento del Meta. Donde se encuentran las principales zonas de cultivo de coca. Su capital, Villavicencio, con una población de medio millón de habitantes según el censo de 2005, cuenta con 132 barrios ilegales, construidos en su mayoría por población que se ha desplazado a la ciudad huyendo del conflicto en las áreas rurales.
En este departamento ha sido muy fuerte la presencia histórica de las FARC. En él se localizaban las antiguas zonas de distensión acordadas en 1998 entre el presidente Andrés Pastrana y la guerrilla, para tratar de adelantar el proceso de paz. Hecho que facilitó a ésta tener un lugar donde fortalecerse. Nos cruzamos en varias ocasiones con la misión de la ONU empleada actualmente en supervisar el desarme de las FARC y desminado de la zona. El 30 de mayo termina el plazo acordado para la entrega de armas.
No obstante, la riqueza en recursos naturales de este territorio atrae los monocultivos y la industria extractiva, atrayendo también la presencia de grupos paramilitares. Un ejemplo son los grandes cultivos de palma africana que vuelve infértil la tierra en 25 años, empleada para la elaboración de biocombustibles y aceite de palma.
Una de las grandes amenazas a las que se enfrenta la infancia de las zonas rurales en este departamento, es nuevamente la del reclutamiento por parte de estos grupos armados ilegales. La estrategia seguida por ACNUR para combatirla, es tratar de mostrar a los niños, otras alternativas diferentes a las que ellos creen que tienen, es decir, trabajar el campo, o ejercer de militar, guerrillero o policía. “Les hacemos preguntarse cómo se ven en 10 o 15 años, y les ayudamos a establecer las bases con las que fortalecer las decisiones que tomen en el futuro”.
El principal objetivo del trabajo que se realiza con los chicos en esta zona, es invitarles a soñar dentro de sus posibilidades, enfrentado los constantes obstáculos que se van a encontrar.
La intervención que había organizado ACNUR en este departamento, iba a consistir en una gira por diferentes lugares del departamento del Meta. Por lo que a la familia Frijol se amplió con dos nuevos miembros provenientes del equipo de ACNUR de Villavicencio: el chofer, Leo y la coordinadora de esta parte de la expedición, Claudia. Ambos, de esa clase de personas que hacen que el mundo sea un poco mejor con su presencia.
Para la primera actuación nos fuimos hasta la vereda de Santo Domingo. Un pueblo construido de forma ilegal dentro del parque nacional de La Macarena.
El siguiente destino era un internado en Maracaibo. Allí nos encontramos a un destacamento del ejército colombiano que estaba colaborando para restaurar el tejado de uno de los pabellones del centro. Este internado alberga niños de todo el entorno rural próximo a Maracaibo, y esta eminentemente orientado a formar a los alumnos en el trabajo del campo. No obstante, del orden de un 30% de los niños llegan a realizar estudios universitarios.
El siguiente lugar que iba a visitar nuestro pequeño circo ambulante fue Puerto Toledo. Uno de los pueblos más castigados por el conflicto, que se había casi llegado a convertir en un pueblo fantasma. Llegar a él, nos costó cerca de cuatro horas de viaje con el todoterreno de ACNUR por caminos sin asfaltar. El aspecto del lugar nos recordaba al de los pueblos del lejano oeste de Hollywood. Aquí la pareja de profesores que vivían en el propio colegio, y que también eran pareja, no habían avisado a los niños de nuestra llegada. De forma que todo se preparó en secreto, hasta que de repente cuatro payasos aparecieron por los ventanucos del comedor.
En este colegio llegamos a hacer varios bises. Percibíamos que no querían que nos fuéramos, y así nos lo expresaron los niños. Hasta hubo una charla posterior, en la que ellos querían compartir con nosotros sus puntos de vista. Una imagen vale más que mil palabras.
Pero la gira seguía y nos tuvimos que ir. El siguiente lugar era nuevamente un internado en la vereda de Pueblo Sánchez, donde nos esperaban unos 300, entre niños, adolescentes y profesores.
Y de allí a la que fue la actuación más multitudinaria de toda la expedición. Más de 650 niños, adolescentes y profesores, nos esperaban en El Dorado. El primer pueblo declarado víctima en su totalidad por su desplazamiento íntegro durante el conflicto armado. Poco a poco fueron regresando sus vecinos asumiendo el riesgo que ello suponía.
A este lugar inicialmente llegaron las FARC. Más tarde los paramilitares, que inicialmente lucharon contra los primeros, y posteriormente empezaron a arremeter contra la población para forzar su desplazamiento. Nuevamente los intereses de los monocultivos y la industria extractiva.
Actualmente, El Dorado parece haber recuperado su vitalidad.
Tras El Dorado, tocaba volver a la capital del Meta, Villavicencio. Aquí nos esperaba la otra cara de la moneda de los desplazamientos. Después de estar varios días moviéndonos en las zonas rurales donde estaba el origen de los desplazados, nos trasladábamos al que terminaba siendo al destino de muchos de ellos, los barrios ilegales de la gran ciudad.
La primera presentación la hicimos en el barrio Girasol, donde no había un polideportivo ni un colegio que nos cediera el espacio para la actuación. Un barrio en proceso de legalización donde las calles aún están sin asfaltar. Con nuestra llegada, un vecino empezó a hacer “perifoneo” con su bicicleta y un altavoz, y antes de que nos diéramos cuenta un montón de sillas de plástico ya nos había rodeado, el espectáculo tenía que empezar.
Y como todo lo que empieza, en algún momento tiene que terminar, llegaba el momento de afrontar la última presentación de la familia Frijol en esta expedición. Iba a ser en otro barrio ilegal de Villavicencio, el barrio Uniportales. Nuevamente el perifoneo convocó a la audiencia en un parque enorme justo a la entrada del barrio.
Queremos agradecer a todos y cada uno de los miembros de las oficinas de ACNUR Bogotá, Buenaventura y Villavicencio, por involucrarse al máximo con nuestro trabajo, diseñar y poner los medios logísticos para que esta expedición se pudiera llevar a cabo, y por compartir con nosotros momentos irrepetibles. Y a Payasos Sin Fronteras por haber vuelto a darnos la oportunidad de hacerlo realidad.
Ésta es la historia de una peculiar familia itinerante que durante 19 actuaciones hizo reír e ilusionarse con sus tontunas a más de 3600 personas y personitas. Quién sabe lo que aquel día soñaron cada uno de ellos.
Nos despedimos compartiendo estas palabras que en su día compartieron con nosotros: “Habéis traído a mi memoria la frase de Silvio: Prefiero hablar de las cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado.”
Para dar movimiento a las fotos de este artículo, cerramos con este vídeo montado por Santiago Rubio y uno de los anticiclones, con imágenes grabadas durante la expedición.
¡Hasta la próxima!
El Anticiclón Frijol
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Qué bonito y que felices se os veía. Habéis hecho una gran labor. Luego dicen algunos y algunas que Dios no existe, precisamente ahí está Dios, en la sonrisa ingenua de los niños, en vosotros que os habéis trasladado a tierras lejanas y peligrosas para llevar felicidad donde no la hay. Ahí se palpa a Dios y Él os lo premiará seguro. Un abrazo para todos.
ResponderEliminaruna grandísima labor la que hacéis
ResponderEliminarGran gira y gran relato, chapeau bas!!
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