viernes, 27 de marzo de 2020

50m2 - Día 9

¡Ayyy, qué susto! Enciendo el ordenador para escribir la crónica del día y en lugar de mi maravilloso fondo de pantalla con vistas al Machu Pichu, me empiezan a salir pantallas raras de esas de cuando algo no va bien. ¡Un virus! Noooo, estamos de broma ¿o qué? 

Claro, todo el día aquí sin mascarilla, y yo toqueteándole sin protección alguna… 

Bueno, que no cunda el pánico, todos sabemos lo que se hace en estos casos. Apaga, enciende, y todo resuelto. Vamos allá. ¡Noooooo! No funciona. Empiezo a entrar en crisis. Vale, calma, no puede haber petado así de un día para otro, sin despedirse y… con todos mis documentos en sus entrañas (nota mental, hacer copia de seguridad. YA). 

Escribo a un amigo, que no es que sea informático, pero seguro que me puede ayudar. “Apaga y enciende”. Gracias. Ciao. El caso es que ahí voy a repetir la operación siguiendo el sabio consejo del colega. Pero ahora le meto una variante. Voy a desenchufar teclado, ratón, desconecto la regleta, cruzo los dedos, y allá vamos. Voilà. Vuelvo a ver el Machu Pichu y respiro tranquila. No hay tecnología que se me resista… 

¿Qué habría pasado? Os cuento. En resumen: que estoy empanada. Un poco más desarrollado: que tengo el ordenador en un mueble y para guardarlo tengo que desenchufar teclado y ratón, hoy lo había enchufado al revés y el pobre PC se estaba volviendo loco. Y mira que cada cable / conexión es de un color, para que enchufes el verde con el verde y el morado con el morado, que esto es de primero de Barrio Sésamo… 

Lo dicho, que llevo unos días muy empanada, no sé dónde tengo la cabeza. Esta mañana al ir a sacar una cerilla para encender la cocina, he abierto la caja bocabajo. El resultado os lo podéis imaginar. ¡Fiesta de la cerilla! A ver si me centro un poquito. 

Y después de un día de entrenamiento invisible, tocaba volver al de verdad. ¡Vamos campeonaaa! Y ¿qué teníamos hoy? Brazos y abdomen fuertes y definidos. Entrenamiento con palo. Está bien, no es que tenga palos por ahí guardados en casa, pero al menos no me está pidiendo salir al jardín (cachitas, te la guardo). La escoba servirá. Y claro que me ha servido. Me ha servido para hacer una limpieza de todos los cacharros que tenía encima del mueble. No se ha salvado ni uno, al primer giro me ha quedado todo barridito. Y es que os podéis imaginar la que he liado cuando la profe se ha puesto el palo sobre los hombros y ha empezado a girar de un lado a otro. 

Creo que mejor utilizo la escoba para recoger este desaguisado y mañana seguimos con el entrenamiento. Eso sí, la lámpara se ha salvado, creo que solo por joder, por seguir esperando mi cabeza cada vez que me levanto de una sentadilla. 

Y en cuanto al ukelele... a ver ya en serio, ¿quién se cree que se puede aprender por internet? Vale que no soy la más hábil con las manos, salvo para mandar mensajes con el móvil, que estoy pillando un ritmo... pero es que esto de ir cambiando los deditos a esa velocidad… Vamos, que por ahora sigo igual. Pero me he picado. ¿Pues no va Celemín ahora y me dice que también va a aprender a tocarlo? Y en una mañana ya tenía los acordes del “Corazón espinado”, el listillo. Pues eso sí que no. Desde aquí me comprometo públicamente (para mis tres lectores) a tocar una canción cuando se pase la cuarentena. Aunque sea inventada. 

Y como estamos a viernes, me despido hasta el lunes. Le doy descanso a mi neurona y al ordenador para que no me vuelva a dar estos sustos. 

No desparraméis mucho, que según me cuentan, hay controles de alcoholemia en el pasillo. 

¡Feliz fin de semana! 

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