domingo, 3 de mayo de 2015

Bosnia y Herzegovina. Cambiando torrijas por burek.

Este año se nos presentó la oportunidad de vivir la Semana Santa de una forma diferente, embarcándonos en una de esas caravanas de la risa con las que Payasos Sin Fronteras recorre el mundo. Caravanas que tratan de dar apoyo emocional a poblaciones que han sido golpeadas por conflictos o catástrofes naturales.

Así es como entre el 21 de marzo y el 5 de abril de 2015 nos pusimos en ruta con un objetivo claro: Llevar la risa a la infancia bosnia sin discriminarla según su origen o condición. El grupo era de lo más variopinto:  una payasa catalana y otra madrileña, un payaso asturiano y otro leonés, dos magos y un fotógrafo catalanes, y una intérprete bosniaca.

Preparando una paella en Ustikolina. (c) Samuel Rodriguez / PSF

Bosnia y Herzegovina es un carismático país en el corazón de Europa, tristemente famoso después de llenar los telediarios de nuestra infancia con imágenes de odio y destrucción. Escenas que causaron heridas tan profundas que veinte años más tarde aún no han terminado de cicatrizar. Nacionalismos, religiones y delirios de grandeza de líderes dementes hoy juzgados por crímenes contra la humanidad, enfrentaron a una población previamente atemorizada e incitada a odiar irracionalmente al que es diferente. Tres años de guerra que causó cerca de 100.000 víctimas civiles y militares, y 1,8 millones de desplazados, en un país con 4,6 millones de habitantes.

Actualmente el país vive una situación difícil, con una tasa de paro superior al 43% y políticas nacionalistas que buscan más satisfacer los propios intereses de los gobernantes que resolver las necesidades reales de la población. Este es el caso de las escuelas divididas en Herzegovina conocidas como "dos escuelas bajo un mismo techo", en las que los niños son separados según sean bosnio-croatas (mayoritariamente católicos) o bosniacos (bosnios musulmanes).

Con la idea de ofrecer la risa como un lugar común en el que se puedan encontrar las personas, partimos el 21 de marzo en furgoneta desde Barcelona. Dos días de camino y 2.022 kilómetros nos separaban del resto del equipo (el fotógrafo y la traductora), que ya nos esperaban en Sarajevo.

Foto tomada por Samuel Rodriguez (c) / PSF a la llegada a Sarajevo

La expedición había sido organizada sobre el terreno por la fundación bosnia "Federación por la democracia local", y se iba a centrar principalmente en cuatro áreas del país: Gorazde, Mostar, Sarajevo y Srebrenca. Hecho que permitiría que la acción de PSF se distribuyera entre las dos entidades políticas (en el pasado enfrentadas), que conforman la actualidad política de este país balcánico. Estamos hablando de la Federación de Bosnia y Herzegovina (con mayoría bosniaca y croata) y la República Srpska (con mayoría serbia)


Los primeros días en el área de Gorazde comenzamos a rodar el espectáculo. Allí nos encontramos la primeras risas, una bienvenida con pancartas escritas en castellano, una televisión local, y muchas, muchas ganas de disfrutar. Gorazde, Osanica y Ustikolina fueron nuestras primeras estaciones. Luego llegó la fría Praca, que nos esperaba entre lluvia y nieve allá en lo alto, camino de Sarajevo.

Colegio Husein ef Dozo. (c) Samuel Rodriguez / PSF

El siguiente paso nos llevó a Herzegovina, donde paseamos por la preciosa Mostar, una ciudad medieval en la que mezquitas e iglesias católicas llenan de agujas el horizonte de un valle por el que el río Neretva fluye elegante, sabedor de las miles de cámaras que cada día lo retratan, dando sentido al emblemático puente Stari Most. 

Puente de Stari Most (Mostar)

Sin embargo el objetivo de PSF en esta región se encuentra oculto a la mayoría de los turistas. Hablamos de las escuelas dividas en las que los niños son separados desde pequeños según sean de origen croata o bosniaco. Durante dos días en Stolac, Visici, y Pocitlj, muchos de estos niños se fueron sentando entorno a unos payasos que simplemente querían hacerles reír... a todos juntos, sin discriminarles por nombre o religión. Fue en Visici donde un profesor jubilado de 75 años nos despidió de esta manera: 

“No odies nunca, haz siempre el bien y confía en la infancia, ellos son el único futuro posible. Esas son las 3 cosas que he aprendido en mis 75 años de vida”.

Escuelas divididas Prva Osnovna y Osnovna en Stolac. (c) Samuel Rodriguez / PSF

Con la lección aprendida continuamos nuestro camino, que nos iba a llevar a un campo de refugiados albanos cerca de Mostar, y ya en la capital, a una casa para mujeres maltratadas y a un orfanato. Tres actuaciones antes de hacer un alto en el camino para recargar las pilas en Sarajevo y celebrar el cumple de la componente más menuda del Anticiclón.

Campo de refugiados de Salakovac. (c) Samuel Rodriguez / PSF

Pero la hoja de ruta nos iba a dejar el corazón algo helado al día siguiente, a nuestro paso por Srebrenica. Una ciudad sin vida en las calles, llena de miradas vacías y desconfianza. Por primera vez desde que acabara la guerra íbamos a poder trabajar en este área, y lo íbamos a hacer durante cuatro días. Sin duda éste fue uno de los lugares más castigados por la guerra, y quizás uno de los lugares donde percibimos que más necesarios iban a ser los payasos.

Srebrenica

Allí nos encontramos: Un cementerio (en Potocari) habitado por más de 8.000 almas de niños, padres y abuelos bosnios musulmanes exterminados en apenas tres días bajo supuesta protección de la ONU; Un colegio rural (en Suceska) con 9 alumnos dimensionado antes de la guerra para albergar a unos 900; Un entorno natural en el que poder reencontrarse con la naturaleza, lleno de carteles rojos alertando de la existencia de minas antipersona; Pósteres llamativos en los coles avisando a los niños del peligro que entraña coger "piñas" del suelo (porque no son piñas)... Esto fue lo que vimos y lo que nos llevó a entregarnos más a fondo si cabe, en cada una de las actuaciones. Potocari, Sase, Osat, Osmace, Suceska, Zutica y Skelani fueron los nombres de todos los lugares por los que pasó nuestro circo ambulante, dejando sembradas a su paso semillitas de alegría que quién sabe que fruto pueden dar en un futuro.

Curruquilla tras la actuación en el colegio Kosta Todorovic en Skelani

Y como todo lo que empieza, en algún momento tiene necesariamente que terminar, llegó el momento de la última actuación en el hospital para personas con diversidad funcional "Zavod Pasaric", y de la última comida por tierras bosnias, a orillas del río Miljacka.

Antes del último espectáculo en el hospital Zavod Pasaric

1.240 kilómetros y 19 actuaciones nos sirvieron para hacer reir a cerca de 1.400 niños, muchos de los cuales seguramente no habrían visto un payaso en su vida. Ya solo nos quedaba una cosa, regresar por donde habíamos venido, otros 2.022 kilómetros, hasta Barcelona donde inevitablemente nos esperaba la cruda realidad de la despedida.

El triste momento de la despedida

Retornamos a casa con cansancio pero con una sonrisa dibujada en los labios, la misma que se ha ido dibujando en la cara de tantos niños y adultos con los que nos hemos ido encontrando durante este viaje. Una apuesta por alcanzar esa utopía en la que la humanidad llegue a creer en sí misma superando las divisiones y el odio.

Esta es nuestra manera de trabajar, tratando de construir un mundo mejor. Creemos en el juego y en el humor blanco porque aportan una visión inocente y sin malicia, imprescindible para dejar una puerta abierta a la esperanza.

Besos y abrazos de tornillo para nuestros compañeros de viaje, los artistas y voluntarios de PSF Pau Segalés, Tona Clapés, Nacho Camarero y Ramón Fugarolas por todo lo que hemos aprendido de ellos. A Senita Dzigal (alias google translator) por hacernos sentir como en casa. Y a Samuel Rodríguez por sus tontunas y sus fotos, como las que nos sirven para terminar este artículo, poniendo cara a todos los miembros de la expedición pillados in fraganti en medio de las actuaciones.

Tona y Ramón

Nacho Camarero

Pau Segalés

Samuel Rodríguez

Senita Dzigal

Y el Anticiclón

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