jueves, 19 de marzo de 2020

50m2 - Día 3

Tercera crónica y ¿aún seguís leyendo? Cómo se nota que hay algo de aprecio de por medio. Aunque debo de tener menos lectores que las instrucciones de un juego de mesa, pero fieles, eso sí. 

Tengo que confesar que después de tanto fitness ayer, esta mañana me he levantado agotada. Pero a las 8:30 he dicho, venga, ¿no querías ponerte fuerte como el vinagre? ¡Pues arriba! 

Y con toda mi fuerza de voluntad (y con toda la fuerza mayor de tener que ir a miccionar) me he levantado, he desayunado y… me he vuelto a la cama. Pues sí, sí...me he vuelto a la cama. He pensado que lo del vinagre puede esperar, que total “mi” profesora va a estar ahí al otro lado de la pantalla del móvil para cuando yo quiera. Es lo bueno de estas clases virtuales, que son 24/7, y oye, si te da por levantarte a las 3 de la mañana para hacer ejercicio, ella va a estar ahí con sus piropos para ti. Que no es mi caso, para los que me conocéis un poco, sabéis que a las 3 de la mañana no me saca de la cama ni un cubo de agua hirviendo, que tampoco hay que forzar. 

La cuestión es que me he quedado un ratito más en la cama; un ratito, unas horas, qué mas da… A las 12:30 he estimado que era buena hora para levantarse y he abierto la página de mi “total trainer”, a ver qué tocaba hoy. Abdominales… ¡¡nooo!!, mi rabadilla no está preparada aún para tamaño sufrimiento, pero oye, si es por marcar tableta de chocolate, se hacen las abdominales y punto. Y dónde mejor para hacerlas que... en la cama, así que vuelta a la cama, eso sí, marcándome series de 20 segundos de abdominales superiores, inferiores, oblicuos y alguno más que ni siquiera sé si tengo. Podéis imaginar la escena. Por suerte solo han sido 20 minutos, luego tocaban otros 20 de cardio, ¡vamos, en pie! Aunque no sé qué era mejor, si el ridículo de hacer abdominales en la cama o intentar hacer cardio en la habitación con las zapatillas de estar por casa. Que a la tercera patada, una ha salido volando y casi me cargo la lámpara. Y es que mi habitación no está hecha para montarte un gimnasio de campaña. Que ya le he pegado manotazos y patadas a todos los muebles, por no hablar de los cabezazos contra la lámpara al levantarme con todo mi entusiasmo de una sentadilla. Es lo que tienen las buhardillas, que son muy “cuquis”, pero recogiditas. 

Y a pesar de todo, he cumplido con mi dosis de ejercicio diario. Estoy guapísima y soy una campeona, que me lo ha dicho la profe. 

Pero, os preguntaréis ¿qué ha pasado con el ukelele? Ayer lo aporreé un poco y hasta busqué algún tutorial en YouTube que me enseñó que ni se sopla como una flauta ni es un instrumento de percusión. Una vez aprendidos estos conceptos básicos me puse a rascar las cuerdas motivadísima cual guitarrista de un grupo heavy (más o menos con el mismo resultado, con todos mis respetos al heavy), agitando mi larga y poblada melena al compás...encima de la cama. Creo que a pesar de lo que me gusta dormir, no había estado tanto tiempo en la cama en mi vida. 

El caso es que hoy (aún) no me he puesto con el ukelele. En un rato amenazo con desenfundarlo de nuevo, pero lo haré tímidamente, no quiero importunar a mi vecino tan pronto, que me encuentro en plena crisis de papel higiénico y puede que necesite su ayuda en breve, así que mejor llevarse bien. 

Y con esto despido la crónica del día. Anteayer os dije que en breve o bien secuestraba a uno de los perros de mi vecino de abajo, o le ponía una cuerda al peluche… 

Me voy a dar un paseo. 









Vamos, Chispi


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