miércoles, 13 de mayo de 2020

50m2 - Día 42

Miércoles gris. De esos días que ni fu ni fa. Si hace no tanto los martes eran los días a eliminar, últimamente los miércoles se están ganando ocupar su puesto, ¿por qué? pues no sé, supongo que esto es parecido a estar en una montaña rusa, unos días arriba, otros abajo… Mañana debería de tocar arriba.

Y, a pesar de todo, día intenso, que con esto de seguir medio confitados, hay oferta virtual como para tener días de 60 horas, pero por suerte siguen siendo de 24 y hoy hasta sobraba alguna. El caso es que hoy, a mi habitual charla de naturaleza diaria, le ha salido contraprogramación; a la misma hora (no habrá más horas en el día) otra charla on line sobre una escuela para enseñarnos cómo volver al mundo rural. Hoy cambio el plan. Y por si fuera poco, toda esta semana hay una feria virtual sobre ciclismo urbano con charlas y conferencias durante todo el día, cada día; mañana un webinar sobre movilidad sostenible… Y así entre congresos, charlas, simposios y ferias, estoy pasando la cuarentena. Luego que si no quiero las claves de Netflix. No me da la vida. Un estrés de confitamiento. Eso sí, sin salir de casa tengo varios certificados de participación en congresos, que no sirven para mucho, pero quedan bien en caso de que tengas que decorar un despacho (que no es mi caso, por ahora).

Y claro, con tanto despliegue de actividades virtuales, la tecnología no tiene descanso. Que si el ordenador para atender a las charlas, la tablet para leer mis E-Books (ya llevo 6 y tengo el séptimo en espera) el móvil para estar enganchada a las conversaciones de WhatsApp… Y así están los cargadores y los enchufes con más lista de espera que las peluquerías, que hay que hacer un doodle para poder cargar todo. Vale que no es que solo tenga un enchufe en casa, pero es el que me pilla más a mano para todo y toca establecer un orden de carga diario. El turno de noche es para el móvil, la hora de la comida y siesta está reservada para la tablet y en las tardes, durante las charlas, toca cargar el ordenador para que no se me apague a la mitad. Vamos que las facturas de la luz están creciendo en cuarentena al mismo ritmo que los michelines con la operación torrija. Esperemos que no duren mucho.

Pero, aunque pueda parecer lo contrario, con esto de la desescalada ya sabéis que también me pego mis paseos diarios, cambiando pantallas por paisajes urbanos, que, aunque poco tienen que ver con los paisajes que me envía el colaborador serrano, también tienen su punto. Y así salgo cada mañana a deambular sin rumbo dentro de mi redil de 1 km a la redonda, a encontrarme con mis desconocidos habituales, eso sí, manteniendo la distancia de seguridad. Aunque hay quien eso de mantener la distancia de seguridad lo sigue a rajatabla, así tenga que ir por mitad de la calzada; que igual el putobicho ahí no le alcanza, pero un conductor un poco despistado, le pega un viaje y además gratis. Por suerte sigue sin haber mucho tráfico y las calles están bastante tranquilas, no solo por la tranquilidad de ese buen hombre que pasea por mitad de la carretera, sino porque de lo contrario, es posible que aún siguiera esperando en uno de esos semáforos que funcionan con un botón “espere verde – peatón pulse”.  Estamos ahora para andar tocando botoncitos.

Y con esto me despido, esperando que esta montaña rusa no se pare y mañana estemos algo más arriba.

Para los madrileños y madrileñas, recuerdo que acepto envíos de rosquillas del Santo, que una cosa es que no celebremos San Isidro y otra cosa que vayamos a tirar por tierra la operación torrija que tanto esfuerzo nos está costando.





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