jueves, 9 de abril de 2020

50m2 - Día 18

Jueves, y santo, dicen. Sigo informando del día porque sé que hay a quien le viene bien tener una cierta noción de la fecha en que vive.

Empiezo hoy cerrando la historia de la caldera de Vic. “Cosas que le pasan a otros”.
Para los que no os acordéis, teníamos a una amiga con la caldera averiada, y ante la falta de técnicos para ir a arreglarla, iban a mandar a un “señor” (de oficio desconocido) a echar un vistazo. Pues ayer por fin me llegó el desenlace. Lo resumo. Segunda cocina inundada (ya tuvimos también a Piki con su jacuzzi privado en la cocina) y hazaña de cómo instalar una caldera nueva sin leer las instrucciones. Que si eres un experto en calderas, pues es normal, pero para un hipotético “señor” peluquero, a lo mejor no está de más pegarle un repaso al manual, digo yo. Claro que a mí me pasa igual, veo unas instrucciones de 100 páginas y prefiero esperar a que saquen la película. Y así me va…
El caso es que el “señor”, llamémosle Marcial, montó la caldera y cuando parecía que ya estaba todo listo y a punto estaba de cantar victoria… la caldera dejó de funcionar. Abatido y malhumorado, Marcial volvió a su casa, mientras mi amiga, con sus propias manos y un manual de instrucciones hizo funcionar la dichosa nueva caldera.

Y es que esto del confinamiento tiene su lado bueno. Nos hace sacar al manitas (o manazas en mi caso) que llevamos dentro. Véase el caso de una lectora que ha arreglado su cisterna con piezas compradas por  Amazon o el amigo que se ha convertido en deshollinador reparando la estufa con sus propias manos. Esto nos va a hacer más fuertes a todos.  Y en este caso también es de aplicación el dicho popular “lo que no mata, engorda” (perdón por el punto de humor negro).

Una vez cerrado el tema calderas y, por favor, ¡no más calderas averiadas!, pasamos a lo que ha dado de sí mi día, que la verdad ha sido poco, o poco que no sepáis ya. Más de lo mismo:  entrenamiento, zumba, castañazos con la lámpara y hoy poco más.
Eso sí, me ha dado por pensar cuánta razón tienen los que dicen que hacer deporte no es bueno. Lo compruebo cada día cuando me estampo con algo del mobiliario de mi habitación. Creo que voy a probar a envolverme en plástico de burbujas. Esto es una idea recurrente que me viene a la cabeza de vez en cuando y posiblemente algún día lleve a la práctica. Quizá no sea lo mejor para hacer ejercicio y sudar (porque a diferencia de mi profa, yo sí sudo), pero habrá que comprobarlo. Mientras tanto, creo que usaré el casco de la bici para proteger mi neurona.

Y os habréis fijado en que hace días que no hablo de mi ukelele, “Ronco”. Pues si no hablo, por algo será... Ya os dije que la constancia no es lo mío. Pero ya mismo me pongo con ello. No puedo permitir que Celemín tenga ya su repertorio y yo siga sin aprenderme tres acordes. Además, tengo ayuda. En vista de mi ineptitud, algunos lectores/as se han volcado conmigo y me llegan tutoriales de un amigo desde Costa Rica y, de aquí más cerquita, del hermano de una gran compañera de viaje, que me ha retado a mandarle un vídeo cuando me aprenda la canción. Y a mí los retos… ¿Que no hay huevos…?
Os mantendré informados de mis progresos.  

Y comentaros que mañana y pasado dejaré mi crónica en “stand-by” y no es porque sea semana santa ni me vaya a ir fuera, todo lo más lejos será bajar la basura, sino por el “apagón cultural” que se ha convocado por la inacción del gobierno ante el mundo de la cultura. No es que esté llamando cultura a estas palabras que suelto por aquí, pero como payasa quería unirme a ello.

Nos vemos el domingo, o el lunes… Cuidado con la operación salida.
Ehhh, ¿salida, quién?  (qué malo es esto de estar confitados). 

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