lunes, 20 de abril de 2020

50m2 - Día 25

Lunes, otro más. Y, antes de continuar, quiero aclarar que lo de que ponga día 25, no significa que llevemos 25 días de confitura, que de esos ya os dije que perdí la cuenta. Son los días que llevo escribiendo esta crónica, que entre los fines de semana que me tomo libres y la procrastinación de los primeros días, son algunos menos.

Y una vez aclarado esto, vamos a por una nueva semana. Y empezamos, como ya es habitual, con un resumen de lo acontecido estos dos días que pasan entre una crónica y la siguiente.

Y es que los fines de semana me ha dado por innovar en mis rutinas. Si ya os conté hace algún tiempo que había probado las “ciber cerves” y el yoga, este fin de semana he probado las clases de salsa y un nuevo entrenador “personal”. Os cuento.

Para empezar, el viernes me propusieron seguir una clase de salsa por Instagram en directo. Planazo de viernes tarde, que además con esto del encierro llevaba más de un mes sin ir a clase y ya lo echaba de menos. La clase empieza bien, con unos pasos básicos a modo de recordatorio y, lo más importante, pasos para bailar solos. Perfecto; algún cabezazo con la lámpara, las zapatillas de estar por casa que no son las más aptas para bailar y como es en directo no puedes parar el vídeo, pero ahí estamos dándolo todo hasta que… nooooooo, “ahora cogemos a la pareja y seguimos bailando”. Hasta aquí mi clase. Me aburrí de bailar con la escoba, es una estirada.

Y seguimos con las innovaciones del fin de semana, esta vez “forzosas”. Y es que a mi entrenadora, el sábado le dio por hacer la clase con fitball, ya sabéis, esas bolas enormes para sentarse y dar botes encima, y yo que lo más redondo que tenía era una bola antiestrés tamaño pelota de tenis, no lo veía nada claro, así que tuve que buscar alternativas.
La primera fue pasarme a las clases de zumba. Ya os hablé del mozo de la gorra, Gabriel. Qué ritmo, cómo se nota el carácter latino, qué movimiento de cadera… Que si con mi profesora habitual corro el riesgo de abrirme la cabeza con la lámpara, con este creo que en cualquier movimiento me disloco la cadera. Riesgos de la práctica deportiva. Y qué movimiento de pies, que a esa velocidad en los 15 minutos que duran sus clases me he tropezado yo sola unas cuantas veces. Que ya sé que, después de contaros mi pequeño derrame en la escalera, pensaréis que no ando muy bien de psicomotricidad y, razón no os falta, pero os digo que lo de este chico no es normal. Ya os iré contando más sobre sus clases… si es que aguanto.

Y todo eso el sábado, pero es que los domingos mi entrenadora descansa, así que si quería mover un poco el cuerpo más allá de transportarlo del sofá a la cama y viceversa, tenía que buscar otras opciones. El caso es que opté por seguir la recomendación del Rikar y me lancé a un entrenamiento con Fausto, que, por el nombre podéis pensar que el entrenamiento consistía en salto de valla del redil o pesas con botijo. Pero no, todo prejuicios. Resulta que Fausto es un tipo negro que lo de la tableta de chocolate, a él se le queda corto. Os podéis hacer una idea.  
Eso sí, muy cachas, pero un embaucador. “Diez más”, “Otras diez más”. Y así va alargando poco a poco… como la cuarentena... y a lo tonto a lo tonto ya llevamos 40 sentadillas.
Cuarenta si consigues llevar la cuenta, que si no, te la cuela y te pone unas cuantas de más. Pero es que no es tan fácil llevar la cuenta, una se distrae con su torso de ébano brillante y se despista; que, o suda mucho, o este hombre se encera para entrenar, qué manera de brillar...
Aunque me parece a mí, que mucho torso apolíneo pero de patitas anda flojo. Dice que tiene las “nachas delicadas”. Seguiré documentándome al respecto y os mantendré informados.

En cuanto al día de hoy puedo resumirlo en un hecho. Casi meto el suavizante de la ropa en la nevera. Así están las cabezas. ¡Feliz lunes!

Y al fin salió el sol y así se veía la sierra (el que pudiera verla)

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